Valiéndose de un intercambio epistolar ficcionado, Francesc Torralba ofrece una mirada muy personal al texto de las bienaventuranzas, a través de las cuales despliega los grandes principios de la propuesta cristiana. En el libro comparecen dos voces: una creyente y una agnóstica. Y aunque el creyente sea el alter ego del autor, su discurso nunca adopta un tono apologético o acrítico, al igual que la figura del agnóstico no es la del infiel que convertir sino la del interlocutor que cuestiona las convicciones del creyente y las pone a prueba, aportando también su lectura del texto.
¿Por qué vincular la bienaventuranza con la pobreza? ¿Debemos sentirnos culpables por haber pasado una vida alegre? ¿Afirmar el Reino en el más allá no es una forma de menospreciar esta vida con todos sus dones y placeres? El pensamiento se desarrolla, pues, a través del diálogo, el contraste y la discrepancia, lo que afina las ideas y las creencias porque las somete al escrutinio de quien no comparte sus presupuestos.