Antes de que le cesen por su oposición a un proyecto apoyado por la emperatriz Eugenia de Montijo, Eugène Rougon presenta su dimisión como presidente del Consejo de Estado. Conserva su cargo de senador, pero su influencia se resiente considerablemente, para decepción de sus amigos –a los que se les llama «la banda»–, que dependían de él para obtener toda clase de prebendas. Entre ellos destaca Clorinde Balbi, hija de una oscura condesa italiana, más dispuesta que nadie a que Rougon recupere el favor del emperador Luis Napoleón III; no son amantes, él no quiere casarse con ella (de hecho cada uno se casa por su lado), pero entre los dos hay una constante tensión erótica que nunca se sabe cómo se va a resolver.