Un manojo de llaves, de repente
en un cajón, entre fotos antiguas
y un desorden de notas y papeles.
Ahí han permanecido, inadvertidas
y ajenas a las puertas que me abrieron.
No sé a qué cerraduras corresponden,
a qué casa o país daban acceso.
Aún preservan brillos de la inútil
memoria que cerraron para siempre.
"Las piezas dentadas", de Jorge Valdés Díez-Vélez.
La poesía de Jorge Valdés Díaz-Vélez tiene el poder de emocionar y de revelar realidades ocultas para entregarnos un universo verbal contemporáneo en el que se renuevan tradiciones, imágenes y referentes simbólicos que fluyen sin artificios en la claridad de sus propuestas estéticas.
Con una depurada arquitectura verbal, en Los ojos del caballo palpitan voces y silencios que trazan los puntos cardinales de una cartografía de la inteligencia y de la sensibilidad. En ella se evaporan las fronteras entre la memoria y los espejismos del sueño, entre las mudanzas del tempo y del afecto, entre la conciencia de la muerte y la pasión por la vida.
Aquí la realidad se proyecta a modo de caleidoscopio de muy distintas formas. La contemplación de los espacios físicos, pero también perecederos, a través de un constante ejercicio de la memoria, conducen al yo poético hacia una reflexión lúcida acerca del paso del tiempo que avanza alumbrado por la plenitud del amor, donde los espacios, los cuerpos y las cosas emanan una transparencia que se abre hacia el interior de la palabra, al silencio de su luz y la soledad de su sombra.
Desde la perpetuidad del instante irrepetible y las cenizas de su fugacidad, el autor toca aquello que su emoción designa, moviliza y cuestiona. Nos convoca a revelar el deseo de la belleza, la nostalgia y la esperanza, las certezas y las pérdidas, la rebeldía y la pasión, el erotismo y la herida; todo aquello que da sentido al desarraigo y a una profunda luminosidad del lenguaje.