como si todas las letras del diario
se hubieran despegado a la vez
formando un enjambre en el aire;
forman enjambres en el aire,
pero no traen noticias tristes,
musas pobres, escuálidos pegasos,
zumbándose a sí mismos al oído;
hijos del último hilo de humo
cuando la vela se apagó, tan leves
que es difícil afirmar que existen,
como sombras que alguien proyectara
en nuestro mundo desde otro mundo;
danzan, delgados como extremidades
dibujadas a lápiz;
diminutas esfinges;
la piedra de rosetta, sin la piedra.
«ensayo sobre mosquitos»
La poesía de Jan Wagner recoge con serenidad, erudición y plasticidad una realidad en principio familiar, poblada de objetos marginales e irrelevantes, que el autor poetiza creando un mundo misterioso, en el que el lector tiene la extraña sensación de encontrarse por primera vez con algo que ya conocía. Un caballo, endrinas, servilletas, koalas, pelotas de tenis, una nutria, bidones para la lluvia o el viento de Nueva Zelanda son algunos de los motivos presentes en estos poemas. Según el autor, el arte está en descubrir los grandes temas en lo aparentemente cotidiano: «Hago versos desde la convicción de que incluso lo más insignificante puede convertirse en poema y que, si se tienen ojo y oído, un poema encierra en sí mismo las cosas más complejas».