ETA asesinó al padre de Oihana hace veintidós años, cuando ella tenía diecinueve.
La herida de Oihana sigue viva, pero no habla de ello con nadie. Tampoco ha contado nada, claro está, a sus hijos, aunque en el fondo de su ser sienta que hablar de ello les haría bien a todos.
Un día recibe la inesperada llamada de un antropólogo que recoge testimonios de diferentes víctimas, y desea reunirse con ella.
Ese encuentro abrirá la espita de la memoria.
La autora aborda un tema doloroso con absoluta sensibilidad, sustituyendo proclamas y prejuicios por un hondo esfuerzo de empatía, delicadeza y emoción. Porque el ungu¨ento de palabras también puede contribuir a mitigar los viejos padecimientos.
La novela ha sido galardonada con el Premio Igartza en su edición nº XXII.