Hay en Líquida tuya y vertebrada una noción del amor radicalmente cierta y escandalosa: el amor es una trama de procesos fisiológicos, es la gestión de la mierda, el excremento, el pipí, fermento regurgitado, resto alimenticio y grasa acumulada o, en palabras de la autora, “sudor, caca, rabia, pis”. La sexualidad es entonces charca de heces, fango, la renuncia a los contornos de la propia identidad, un derrame de fluidos en perpetua confusión: “seré idealmente defecada orinada salivada menstruada eyaculada parida vomitada por ti” o “alguna vez me he buscado / entre tus heces” escribe una Carla Nyman en estado de Diosa.
Del prólogo de Begoña Méndez