En las últimas décadas del siglo XVI el poder hispánico pareció alcanzar su cenit: las tropas del rey de España eran recibidas como libertadoras en París mientras una parte de la población en las islas británicas, en Extremo Oriente, en el Mediterráneo y en los Balcanes, dominados por los turcos, esperaba que sus tercios y armadas les socorrieran contra sus rivales políticos. Los protagonistas de ese momento histórico fueron tanto los súbditos del rey de España como los agentes políticos que, en todos esos territorios, se reclamaban sus aliados. El análisis de qué es la hegemonía política, de cómo se construye y de cómo fracasa, desborda así los límites de una historia que, anclada en debates recurrentes, no tiene en cuenta a todos esos actores, sus sueños, esperanzas, ilusiones y frustraciones. Por lo tanto, para el historiador es preciso aventurarse y visitar nuevos escenarios, metodológicos y geográficos, y buscar en ellos cómo un poder tan en apariencia inmenso se construyó al sumar en sí, o en su representación casi fantasmal, propuestas políticas, conflictos sociales, afanes espirituales, visiones del mundo y percepciones de la urgencia del momento que, en principio, le eran ajenos y que siempre resultaron plurales, diversos y contradictorios. Fue su confluencia la que dio lugar a un instante histórico, a un nudo temporal, a un momento que tuvo características propias, al tiempo de la hispanofilia.