Las preguntas incómodas deben ser confrontadas. En el delirio o en lo matérico, en la sordidez del cuerpo humillado y del cuerpo que se celebra a sí mismo. En las líneas de aproximación a la fragilidad de la sangre y la mente, envueltas en la violencia cotidiana que se tapa con soledad, con hambre de sueños que escapen de las pesadillas en el arrullo de los bosques escandinavos. Versos que estén en la realidad para transformarla nada más nombrarla, ya sea en los silencios o en el léxico, o desde el susurro con el que respiran las palabras.
(David Guijosa Aeberhard)