Qué hubiese sido de mí sin los velocirpators se escribe sabiendo que sus lectores no podríamos ser otros que quienes somos, ni su autor un sujeto distinto; y, no obstante, reconoce que no hay nada particular ni único en ser nosotros mismos. Frente a la nueva literatura pop, segurísima de su identidad, la poesía de Alejandro constuye singularidades inciertas que remiten a todo lo demás ad infinitum: demuestra que el único camino sincero es el de la incerteza ontológica, que no hay poética posible si esta no (se) quiebra. Elizabeth Duval