Se cumplen en 2021 treinta años del fin de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En el verano 1991, Sara Gutiérrez inició en Ucrania un viaje para cruzar el país del mar Báltico al mar Negro. Al no disponer de permiso oficial, lo hizo en trenes nocturnos, apenas controlados por las autoridades soviéticas. Desde Leningrado, que quince días antes había sido renombrada San Petersburgo por sus habitantes, se desplazó a Tallin, Riga, Vilna, Lvov, Kiev y Odesa. Siete ciudades de cinco repúblicas donde las estrellas rojas y los emblemas de la hoz y el martillo comenzaban a convivir con las hamburguesas de McDonalds. Acompañaba a la autora una nativa de Uzbekistán que nunca había viajado sola ni visto el mar. Junto a estampas de la vida cotidiana de los dos últimos años de la urss, flota en el recorrido la tensión de un verano que sería el último de un sueño ilusionante para millones de personas y una pesadilla insoportable para otros tantos. Y para todos, incluidas la autora y su amiga uzbeca, el principio de casi todo.