Una joven periodista, Barbara Galway, se propone la ambiciosa y quizá imposible misión de escribir la biografía en forma de entrevistas de uno de los directores y actores más famosos del siglo XX, Orson Welles, por aquel entonces un genio en horas bajas. A lo largo de sus encuentros descubre en él una creatividad desbordante, minada por un trasfondo autodestructivo.
Pero, más allá de los tópicos –fumador empedernido de puros, afición a las narices postizas, los buenos hoteles, el alcohol, el sexo o los atracones gastronómicos–, Barbara queda hechizada por dos asuntos recurrentes que vertebran sus conversaciones desde el principio: una película siempre inconclusa sobre el Quijote y el amor a España, donde rivalizó con su compatriota Ernest Hemingway y rodó Mr. Arkadin y Campanadas a medianoche.
A cuenta de aquella cinta en fragmentos –«il suo bambino», cuyos miles de metros andan desparramados en latas, laboratorios o guardamuebles, y que Welles, «el hombre de la Gran Sombra», transporta en las maletas durante sus viajes, convertido en cineasta errante–, Barbara, que no se detiene ante nada, confirma que de Don Quijote apenas existe un guion, que se ha ido improvisando sobre la marcha y que a lo largo de tres décadas el director no ha conseguido terminar de rodarla y montarla. Ahora la última oportunidad, con Steven Spielberg como productor, está en el aire.