Para dar la vuelta al mundo fue necesario que a lo largo de
siglos, con avances y retrocesos, sabios de épocas y culturas
muy distintas convinieran en que el mundo era más o menos
esférico, que era limitado, que la mayor parte de su superfi cie era
líquida y se podía navegar por ella, que se podía navegar con
otras referencias que las del relieve terrestre, por medio de
instrumentos, de la observación de los astros, etc. Y aún fue
necesario que se inventaran buques que pudieran navegar por
esas aguas, que se desarrollase la cartografía para comunicar a
otros como llegar y cómo eran los lugares descubiertos.
Y hubo que vencer los supersticiosos temores a «mares
tenebrosos», «islas de los muertos» y monstruos terrorífi cos o
amenazas de toda índole y, por supuesto, a la cerrazón de los
que creían que todo aquello era alterar el orden natural de las
cosas, Solo los portugueses y los españoles cumplían sufi cientes
condiciones para afrontar el reto por primera vez. Al servicio de
la Monarquía Hispánica, el portugués Magallanes y el español
Juan Sebastián Elcano, responsable del derrotero fi nal de la nao
Victoria, fueron quienes culminaron el desafío secular.
El lector comprobará en estas páginas que la hazaña de dar la
vuelta al mundo empezó mucho antes que Magallanes, al menos
desde Colón, y que solo se concluyó con el tornaviaje de
Urdaneta, más de setenta años después.