València, mayo del 2006. En una ciudad que se prepara para la
visita del papa Benedicto XVI entre los penúltimos coletazos del
boom del ladrillo y el fervor de los grandes eventos, Raquel Bonafed
recibe el encargo de seguir los pasos a tres personajes de
relumbrón: un publicista lisérgico, un ávido constructor y un alto
directivo de la televisión autonómica. Mientras, los inspectores
Cocoví y Zafra andan envueltos en la investigación de un par de
asesinatos cometidos por sicarios y Toni Balaguer, una suerte
de Harvey Weinstein autóctono, parece empeñado en emular la
leyenda sexual de George Simenon a base de acosar a las actrices
y técnicas empleadas en la exitosa telenovela que produce.
Cenicienta en llamas es una novela negra pero también un culebrón
dentro del culebrón, una polifonía de voces, personajes
y tramas que se entrecruzan en un fascinante puzle narrativo,
proyectado sobre el telón de fondo de una corrupción que deviene
en huella inequívoca de nuestro pasado más reciente.