Un niño hambriento observa con mirada muerta desde lo alto de un tobogán; otro construye pequeños ataúdes. Muñecas de ojos vacíos espían a dos amantes, y criaturas nocturnas acechan a los supervivientes. Una casa aparentemente abandonada atrapa a quien se aproxima y otra sobrevive asediada por insectos. David Roas, referente de la literatura fantástica, invade al lector con distintos fragmentos de un mismo espejo que refleja lo inquietante y lo terrorífico de los objetos y los cuerpos que nos rodean.
Estos cuentos, en la mejor tradición actualizada de Lovecraft, Poe o Shelley, confirman que ni nuestra madre ni nuestros hijos son quienes creemos, ni que en nuestro hogar, ni siquiera en nuestra propia habitación, podemos estar seguros. La invasión comienza allí donde menos lo intuimos.