Tras varios años instalado en la apatía, el protagonista sin nombre de Tener una vida decide marcharse al otro extremo del mundo, con la esperanza de dotar a sus días de un sentido que la rutina le ha negado siempre. Sin embargo, al despertar la mañana de su partida, descubre que ha perdido el vuelo y que el avión donde debía viajar ha desaparecido en el mar sin dejar rastro.
La condición de fantasma de este flâneur inmóvil del siglo XXI, que recuerda al funcionario de Memorias del subsuelo de Dostoyevski, se complica todavía más cuando en la pared del salón de su casa aparece un agujero que comienza a tragarse, selectivamente, las pocas pertenencias que aún le quedan. Mientras lucha por entender el porqué de este inquietante suceso (con la ayuda de Héctor, un extravagante físico solar que vive en el piso de al lado), el narrador trata de ordenar sus emociones y recuerdos, especialmente los que le ha dejado su relación recién terminada con Lidia, tal vez la única persona capaz de ayudarle a recuperar su entereza. Aunque el lector intuirá pronto que el claustrofóbico conflicto de esta singular novela, escrita con el entusiasmo de Aira por la brevedad y el gusto por lo insólito de Levrero, revela mucho más que lo que el personaje va a averiguar: el vacío del hombre sin atributos de nuestro tiempo, la fragilidad de la memoria individual o la necesidad de aferrarnos a la imaginación para sobrevivir a lo que amenaza con engullir nuestro futuro.
Daniel Jándula (Málaga en 1980). En 2009 publicó El Reo, ficción sobre la biografía del disidente alemán Dietrich Bonhoeffer, tras realizar unos cursos de Teología en Madrid. Algunos relatos suyos han aparecido en The Barcelona Review, Bcn Mes, Vulture y Paralelo Sur.Colabora en radio (El Prat Ràdio) y prensa escrita (en las revistas Quimera y Viaje a Ítaca), explorando nuevas formas de periodismo cultural, y ha ejercido de redactor en medios decanos como Ruta 66 y Revista de Letras.