Un imperio es una estructura política compleja e inestable, compuesta, necesariamente, de un entretejer diferentes realidades. Lo que proponemos en esta obra es pensar los imperios en tanto que agentes y cauces de relación, intercambio, contacto y mestizaje entre sociedades, como espacios para el encuentro y la interacción entre comunidades.
Hemos elegido para ello, como caso de estudio, las islas Filipinas, un archipiélago que estuvo integrado en el imperio español durante más de trescientos años y que presenta un especial interés para este tipo de análisis porque durante siglos actuó como un significativo punto de encuentro y relación entre poblaciones de Asia, Europa y América.
A partir del estudio de Filipinas en el siglo XIX, el objetivo de este volumen es analizar las relaciones entre las distintas comunidades que vivían en el archipiélago, buscando las interacciones, las mutuas influencias y las claves de su coexistencia dentro de un mismo marco colonial, desvelando también nuevas perspectivas para el conocimiento de Filipinas y del imperio español.
Esta obra colectiva analiza las fórmulas que las distintas comunidades que coexistían en Filipinas encontraron, más allá de las directrices políticas y la normativa dictada, para vivir juntas dentro de un marco imperial y cómo, porqué, y a través de qué cauces, trataron de resolver los problemas que las enfrentaron, trascendieron las fronteras que las separaban y forjaron vínculos e interacciones entre ellas.
Para ello, destacados especialistas en el estudio de los imperios, y de Filipinas, desarrollan distintos planos de análisis: la participación en la vida política de las islas; la colaboración en los negocios y en las actividades que potenciaron el desarrollo de Filipinas; el papel desarrollado por cuerpos intermedios que ejercieron de puentes entre distintas comunidades, entre ellos las órdenes religiosas, los círculos intelectuales o distintos ámbitos profesionales; los cauces para la comunicación y el entendimiento entre comunidades, desde la definición de intereses comunes, la participación en instituciones y asociaciones, o la coincidencia en la vida cotidiana y en espacios de sociabilidad, hasta la creación de aspiraciones y luchas compartidas que en unos casos reafirmaron afinidades o crearon nuevas complicidades, y en otros casos rompieron antiguas alianzas o impidieron otras nuevas.
De esta forma, a través de los temas planteados en esta obra, es posible entender la complejidad de la sociedad filipina; la imposibilidad de trazar unas fronteras rígidas entre los distintos tipos de población basadas solo en sus caracteres étnicos o en sus categorías legales; las constantes, múltiples y contradictorias interacciones mantenidas entre unos y otros; y concluir, así, que solo tratando de contemplar este mundo en toda su variedad, sin ignorar ninguno de sus componentes, y solo en el entretejer de esas múltiples comunidades y en su capacidad para entenderse y arreglar conflictos, o para enfrentarse y provocar rupturas, se puede comprender la evolución y la forja de aquella sociedad colonial.