He aquí un texto, osado y atípico, que despoja el estado religioso de sus ornamentos sagrados y sobrenaturales y lo analiza con el rigor de los números y como un fenómeno sociológico, ya que se ajusta a todas sus leyes. Las órdenes y congregaciones religiosas no son propiamente multinacionales del espíritu. Sin embargo, la profunda crisis que acumulan desde los tiempos del Concilio Vaticano II aconseja que sean tratadas como empresas humanas gravemente amenazadas. Si no quieren verse reducidas a una reliquia religiosa, cultural y social o a una extraña reserva antropológica, conviene que se abran a un verdadero período constituyente. Solo planteamientos estratégicos innovadores que vayan mucho más allá de ajustes de emergencia pueden acudir a su rescate. A estas alturas ya nadie cree que pueda ser fruto de un milagro.
El autor reflexiona sobre la dramática pérdida de efectivos humanos de las familias religiosas, clericales y laicales, masculinas y femeninas. Dejando de lado los condicionantes doctrinales sobrenaturales, se detiene en las causas que explican la avalancha de abandonos, el envejecimiento de sus comunidades y la falta de candidatos dispuestos a tomar el relevo que, después de medio siglo de profunda crisis institucional, se encuentran, como la misma Iglesia, en una encrucijada decisiva. Su historia y muy especialmente sus valores, en una sociedad que los necesita, merecen mucho más que la resignación o los voluntarismos autocomplacientes y nostálgicos, tan abundantes en la literatura oficial sobre la vida consagrada. Después de buscar varios testimonios de religiosos y religiosas, el autor asume las veces de «consultor externo» al que se le hubiera encargado el diseño de planes estratégicos para que la Vida religiosa tenga futuro.