No puedo soportar la idea de dejar a mi niña, de no estar para verla crecer, para darle orientación y consejo, para compartir risas y chistes. Para ser su padre.
Pero he descubierto la forma de decirle todos los días lo cariñosa que es, lo mucho que la apoyo y cuánto me preocupo por la persona en que se está convirtiendo. Le escribo en servilletas sus “Notas para Emma”, y las deposito cada mañana en su tupper.
Este libro es un llamamiento. Un llamamiento a despertar. A conectarse. A compartir los sentimientos. A hacer esa llamada telefónica. A escribir esa nota. Porque soy muy consciente de la fragilidad de la vida y de lo importante que es dedicar tiempo para relacionarse con aquellos a quienes amamos cuando todavía estamos presentes, cuando todavía podemos hacerlo.