El libro se inicia con el comentario de Heinrich Zimmer a un antiguo mito puránico que cuenta la historia de Indra, constructor de un palacio infinito, en el que tiempo y espacio desbordan todos los límites para sumergir al lector en el ritmo y las perspectivas inmensas de los ciclos cósmicos. El placer por narrar que experimentaba Zimmer, seduce al lector que penetra en otro universo, cuyos mitos y símbolos se llenan de sentido gracias a la sabiduría del gran indólogo alemán, una de las escasas personas que Carl Gustav Jung juzgó dignas de aparecer en su Autobiografía. Los comentarios de Zimmer acerca del arte indio, lleno de voluptuosidad y dinamismo contrastantes a primera vista con su espiritualidad y ascetismo, son contemplados desde la óptica del maya, juego de apariencias y de ilusiones, integrantes con todo de la vida del hombre en este mundo.