La poesía de Novalis, nombre poético de Friedrich von Hardenberg (1772-1801), es la expresión más pura del romanticismo auroral y, sin embargo, le ha sucedido a Novalis lo mismo que a Hölderling: ambos compartieron por mucho tiempo -un buen siglo por lo menos- el, para un poeta, nada anormal destino del olvido. Fueron eclipsados ambos por el triunfo de las generaciones postreriores de románticos alemanes (Uhland, Eichendorf, Heine), más fáciles y populares, festejados, leídos y traducidos en Francia y a través de Francia en España y Latinoamérica. La peculiar visión del mundo de Novalis, acendradamente romántica y religiosa, despierta a una nueva vida con el surgimiento de los nuevos movimientos poéticos en las primeras décadas de nuestro siglo. En Francia Novalis y el romanticismo alemán de los orígenes ejercen una influencia decisiva en el movimiento surrealista.
Novalis significó, en efecto, ya en su época, una reacción contra la despoteización de la vida y la pérdida de interés por la busca de la trascendencia: la poesía de Hardenberg lo poetiza y lo ironiza todo y hace de la poesía la cifra y la medida de toda realidad: "La poesía es lo absolutamente real (...) Cuanto más poético, más verdadero". La religión misma es para él poesía práctica. No es pues de extrañar que para los huérfanos de la primera guerra de este siglo, los surrealistas franceses entre otros, la poesía contituyera también una especie de religión, de ahí su interés por el romanticismo alemán. Cuanto más se acentúa el sentimiento de abandono y de fracaso del hombre moderno, más crece la sombra tutelar de la noche salvadora de Novalis.