Quizá la referencia menos oblicua de Juan Ramón Jiménez al sentido más alto de la poesía se encuentre en su verso «¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas!». Y esa, la exactitud, la más afilada precisión es una de las alas de la poesía de Alejandro Duque Amusco (Sevilla, 1949). La otra ala está hecha de sombra, de renuncia; renuncia a lo ya dicho, a lo desgastado, a toda falsa luz. Poesía de la conciencia y a la vez del despojamiento que hay siempre en toda verdad. Como se nos avisa en la inicial poética de Donde rompe la noche: «La verdadera poesía a lo que más se asemeja es a una palabra tachada, debajo de cuya tachadura no estamos muy seguros de lo que leemos [...] dar vida a las palabras, despertarlas, para que no digan más su engañoso significado de siempre. La palabra poética es una caída en la verdad primaria». A. L.