Alvaro Valverde es el más joven de los poetas publicados hasta ahora en la serie de poesía Nuevos textos sagrados —que así la bautizó hace ya bastantes años el poeta colombiano Juan Gustavo Cobo Borda en un tarde bonaerense de vino alegre en compañía del poeta argentino Enrique Molina. «Los poemas de Ensayando círculos son», en palabras de Antoni Marí, quien dirige esta colección, «espacios donde la presencia del hombre se afirma frente al olvido y el tiempo. Nada permanece, y todo cambio es, al fin, ruina, recuerdo y renuncia. Sin embargo, la voluntad de permanencia que impone la existencia es la que ofrece sentido a la vida y al mundo: permite reconstruir el lugar donde aconteció el privilegio de la memoria y donde fue posible reconocerse, por un instante, en el lugar decisivo, en un centro convincente.» Y añade: «Las tentativas para acordar la razón con el deseo y el recuerdo con la esperanza son modos de afirmación de la existencia, formas de sobrevivir y sobreponerse al vacío y al olvido. Son tentativas que abren espacios a la reflexión sobre el ser del hombre, su fragilidad y su constancia». No en vano, el propio Valverde escribe en un breve texto, «Mínima poética»: «Como otros con el ajedrez, el fútbol o la papiroflexia, uno encuentra en la poesía un método de conocimiento de sí mismo y del mundo, una manera de decir y de decirse, de entender y de entenderse, de mirar, en suma». Por eso él cree «en la necesidad de la poesía, no en su utilidad»...