Este es el primer libro de poemas de Juan Luis Panero desde que publicara Galería de fantasmas y obtuviera con él el I Premio Loewe de Poesía en 1988. Es posible que el lector que haya seguido el itinerario poético de Panero desde su primer libro, A través del tiempo (1968), no detecte cambios radicales entre sus seis libros de poesía. Juan Luis Panero se encuentra entre esos autores que vuelven una y otra vez sobre los temas que le obsesionan y habitan obstinadamente los lugares reales de sus vagabundeos y los paisajes imaginarios o reinventados por la memoria. La poesía de Panero parece querer ilustrar al lector acerca de su presencia en el mundo mediante las fricciones que éste opone a su deseo, o las reflexiones que la visión de un objeto o la vivencia de una sutil circunstancia suscitan en él. Podría decirse, en este sentido, que obra y vida, poema e historia privada y colectiva, son indisolubles. No parece, al menos en apariencia, que los 22 poemas de Los viajes sin fin, que se dividen en tres «etapas» («La nada y sus espejos», «La vejez del navegante» y «Aclaraciones y malentendidos»), sean una excepción a esta línea. Pero el lector perspicaz notará sin duda la sutil, pero irresistible, inclinación del poeta hacia dos de sus temas recurrentes, que él parece privilegiar aquí y que, en todo caso, verso tras verso, poema tras poema, van adquiriendo cada vez mayor hondura : el desaliento ante el implacable paso del tiempo, con la persistente presencia, latente siempre, de la muerte, y el deterioro o evanescencia de los lazos que suelen unir a los seres humanos entre sí y al resto del mundo. A ese viaje sin fin que es el tiempo confluyen, de hecho, todos los demás viajes del poeta, en principio perecederos, como son los geográficos, los de la imaginación y los de la memoria. No obstante, gracias precisamente al poema, a la magia que convierte la palabra escrita en obra de arte, éstos también transgreden los límites, y los poemas pasan a ser, a su vez, ellos mismos viajes sin fin. Por eso, cuando el poeta no sea sino «la nada en el cristal indiferente de la vida», «quién hubiera pensado entonces / que, entre humo de pólvora y cristales rotos/ -sangre y alcohol- una palabras perdurarían, / hasta llegar, misterioso lenguaje, a este papel en blanco ?», gracias al cual probablemente cada lector iniciará a su vez otro inesperado viaje…