Ordenado uno en la fe anglicana y otro en la budista, los itinerarios filosóficos de Berkeley y Vasubandhu ofrecen interesantes paralelismos. Los dos combinaron, de manera inusitada, el sentido común propio de los empiristas con el talante especulativo de la metafísica. En muchos sentidos Berkeley fue un nominalista, como lo había sido Vasubandhu en su juventud, que estableció en la percepción (y no en la idea abstracta) el fundamento del conocimiento. Con mayor o menor éxito, ambos trataron de redefinir el término existencia, alejándolo de ideas y abstracciones y centrándolo en la percepción. Ser (existir) es percibir y ser percibido. Su lucha contra el concepto los llevó, paradójicamente, a la atención al lenguaje: el análisis de la percepción es también el análisis de las expresiones que permiten evaluar lo percibido. Ambos criticaron la superchería (frecuente en filosofía) de considerar algunas cualidades como sustantivos y otras como adjetivos. O, dándole la vuelta al razonamiento (y aquí su faceta analítica), la idea de que el sustantivo conforma la esencia y el adjetivo la cualidad. Este revés de la trama tuvo su manifestación hermenéutica: la cuestionable distinción entre lo literal y lo metafórico.