La escuela debe ser el lugar donde niños y niñas han aprendido a identificar los sentimientos propios y ajenos, valorar y gestionar las diferencias de los demás, para así eliminar el dominio de un sexo sobre otro y la violencia que se deriva de este modelo tan profundamente arraigado en nuestras sociedades. Tanto la misma práctica de los profesores como los últimos estudios científicos han destacado la importancia que tiene la escuela en el desarrollo de los sentimientos, la forma de entender la convivencia y las actitudes ante las diferencias, sobre todo las de género. De ahí que la práctica pedagógica haya puesto de relieve la importancia de enseñar a amar en la escuela, de desarrollar la capacidad de respeto, empatía y diálogo, y la de resolver los conflictos de forma negociada evitando el uso de la violencia, ya desde los primeros años.