A un editor siempre le produce satisfacción presentar una novela de un autor autóctono, en este caso del conocido escritor, crítico literario y comentarista político, Leopoldo Azancot. Nos alegra igualmente el que haya asumido abiertamente la paternidad de esta obra en un género como éste, en el que muchos autores, por consagrados y admirados que sean, aún recurren a la máscara del seudónimo, o a la sombra del anonimato, ¡como si someterse a la experiencia erótica mediante la escritura fuera, de por sí, un acto impúdico e inconfesable ! Estos son Los amores prohibidos de un joven perseguido por la policía, por razones políticas, que encuentra refugio en el apartamento de una hermosa y extraña prostituta, quien, al descubrirle, en modo insospechado, placeres que él jamás pudo imaginar, trastornará sus más íntimos impulsos y cuestionará toda su vida. Leopoldo Azancot nos introduce hábilmente en la atmósfera enrarecido y obsesiva en la que, dadas las circunstancias, debe adentrarse el joven revolucionario, quien hasta entonces había vivido fuera de sí mismo, simplemente para los demás, y, de pronto, por azar, se ve transportado al mundo, oscuro y confuso para él, de su propia entidad, de su propio ser, por el dédalo de las imprevisibles revelaciones de su sexualidad.