La filosofía en el teatro. Todo está dispuesto convenientemente para que podamos escuchar los diálogos: los personajes, el paisaje, los efectos escénicos. El drama real de una vida y el pensamiento en su circunstancia. Prevalecen las voces y las impresiones capaces de conmover, interpretadas para alivio y recreación del ánimo.
Escenas de una vida, en este caso la de Berkeley, como una colección de postales. Dublín, Londres, París, Nápoles y Newport. La insurgencia irlandesa, política y filosófica. La amistad con el sátiro Swift y el alambicado Pope. El viaje a Italia y los paseos por el Támesis con Voltaire. La visita a la celda de Malebranche, las conversaciones con lady Montagu y la princesa Carolina. La travesía a las Bermudas y el descubrimiento de un remedio a base de corteza de árbol. El encuentro en Rhode Island con la tribu de los indios narragansett.
Berkeley sostuvo que el mundo estaba hecho de impresiones, que ser es percibir. Nada mejor que el teatro para su crítica de las abstracciones. Un elogio de la atención, de la luz y los sonidos, de la vida como apariencia verdadera. Las sensaciones no son duplicados de las cosas, son las cosas mismas. La rugosidad del papel, los colores de la cubierta, la impresión negra de las letras y el significado que entrañan, no tienen otro contenido que la mente que los percibe. Sujeto y objeto se confunden. No hay yo frente al mundo, hay participación mutua del mundo y del yo, inmersión en el agua clara de la sensibilidad.
Juan Arnau nació en Valencia en 1968. Es autor de una serie de libros y ensayos, Fundamentos de la vía media y Abandono de la discusión de Nagarjuna (Siruela), La palabra frente al vacío, Arte de probar y Cosmologías de India (Fondo de Cultura Económica), Antropología del budismo (Kairós), Rendir el sentido, Elogio del asombro y Vasubandhu (Pre-Textos), la Leyenda de Buda (Alianza) y Manual de filosofía portátil (Atalanta). En esta misma colección ha publicado El cristal Spinoza, con gran éxito de crítica y lectores.