Cuando se construyeron el puente y la estación de ferrocarril en aquel lugar perdido, se creó a su alrededor una pequeña comunidad de colonos (Iván Ardábiev ?conocido como Don Dominó?, Esther y Misha Landáu, Vasili, Gusia...). Las instrucciones eran claras: cuidarían del mantenimiento de la estación y constatarían el paso del único convoy que transitaría esas vías (todos los días, a la hora exacta, sin preguntas), el misterioso tren cero: dos locomotoras delante, cien vagones perfectamente sellados, dos locomotoras detrás. Origen, una incógnita; destino indeterminado; carga desconocida. Con el paso de los años surgirán las primeras preguntas, las dudas y los miedos que amenazarán la existencia de este pequeño mundo y sus frágiles certezas.