Dos hombres embarcan buscando algo que pescar. Ahab arrastra una tripulación consigo y quiere venganza. Santiago, solo en su barca, desea llenar el estómago. Mientras el primero no logra salir de su pesadilla, el segundo sueña sin querer. Por el lado de Ahab, los límites del conocimiento; por el de Santiago, el orgullo como base de la grandeza. En ambos lados, el honor que vive en la lucha, la rendición y la muerte.
Moby Dick y El viejo y el mar parecen condenados a flotar en el mismo mar sin encontrarse apenas, pero cuando se tocan, algo resuena o respira o en algún lugar de nuestra imaginación, resopla.