Con La tía Tula y San Manuel Bueno, mártir nos encontramos de lleno en lo mejor del arte narrativo de Unamuno. La novela realista aguzada hasta su máxima tensión en el primer caso, en un análisis seco y desolado de la situación de la mujer -y la correlativa situación del hombre-, sometida a la coerción y represión de la moral sexual y la famia, y la alegoría en el segundo, en un intento -¿inútil?- de cegar la angustia religiosa y metafísica en la luz deslumbrada de una fe que se propone como lo imposible.