Jan conoció a Spinoza siendo niño. Los disturbios en el país habían traído al filósofo al Paviljoensgracht de La Haya, donde encontraría alojamiento en la casona de su padre, el pintor Hendrick van der Spyck. El muchacho ganó la confianza y amistad del filósofo, asistió a las reuniones secretas del Círculo Spinoza, fue testigo de la soledad del pensamiento libre y presenció de primera mano algunos de los episodios decisivos de su vida: el primer amor (el teatro), la expulsión de la sinagoga, el exilio de la judería en Rijnsburg, la vida en habitaciones de alquiler, el trabajo con las lentes, los experimentos químicos y un frustrado intento de asesinato.
El viejo Jan sigue todavía rastreando las huellas que el sistema de Spinoza, more geometrico, ha ido dejando a lo largo del tiempo. Hay quien asegura haberlo visto recientemente por las calles de Ámsterdam, desde allí viaja, a pesar de su aversión a los aviones, a diferentes partes del mundo, detectando, sigilosamente, la presencia de Spinoza. Esta novela es la historia de esa búsqueda.