¿La literatura puede salvarnos? ¿Es posible creer en la existencia de letras.salva.vidas? Esas son las preguntas que laten en la escritura de Edson Lechuga, en su prosa que sangra, hiere y conmueve.
gotas.de.mercurio es la historia de las múltiples huidas del letra.herido Sergio Bretón: de Pahuatlán al D.F., de la sobriedad a la embriaguez, del D.F. a Barcelona, de la realidad a la ficción, de la inocencia al nihilismo. Es la cruda confesión de la deslealtad fraterna y el testimonio de su tendencia suicida a los triángulos amorosos: Elisa y Martha, Lara y Diego, Dorina, Silvana... Cinco mujeres que son la misma mujer, una mujer que, como todos los personajes de esta novela, pide a gritos ser salvada.
Es la nostalgia de ?otro lugar?, la ?sed de infinito?, ese impulso nómada que nos promete la felicidad ?o al menos escapar de la desgracia?, la que habrá de guiar el descenso del protagonista a los infiernos de la adicción, la culpa y la traición. Un infierno que es por igual una habitación de hotel, un cuarto de azotea, un piso compartido, una monstruosa y añorada ciudad.
Sobre los entrañables personajes de esta novela ?y sobre el lector? pende la amenaza de un verso de Vallejo que sirve de epígrafe y leit motiv a lo largo de la historia: ?Y si después de tantas palabras no sobrevive la palabra?. Pero la palabra, a pesar de Vallejo, y gracias a él, sobrevive:
He aquí como prueba estas gotas.de.mercurio que arden y consuelan.
Juan Pablo Villalobos
Edson Lechuga [Pahuatlán Puebla. México. 1970] Tengo una hija y cuatro libros publicados [Llovizna, Editorial Montesinos, España; Colofón Editores, México, 2011; Elefantes y Papalotes, Ediciones La cartonera de Cuernavaca, México, 2011; Luz de luciérnagas, Editorial Montesinos, España; Colofón Editores, México, 2010; El canto de los búhos, Anónimo Drama Ediciones, México, 2000]; prefiero la duda a la certeza; lo sutil a lo concreto; la posibilidad al hecho; el mito a la leyenda; la lluvia de otoño al sol de verano; el pecado a la pureza; las cosas pequeñas a las grandes; las diablas a los dioses; la izquierda a la derecha y la literatura a la realidad.
Al escribir me escribo. No hay ningún secreto en ello.
Lo hago para salvarme, para tener la certeza de que el hombre que cada mañana me mira desde el espejo no es otro más que yo.
Opino que si un texto es honesto entonces es, por necesidad, mejor que su autor; y que la letra es la tristeza de la estamos hechos nosotros, los escribientes.