Durante los preparativos de la fiesta de los Sheridan, Laura, la hija menor, se entera de la muerte de un
vecino, un carretero apellidado Scott. La muchacha da por hecho que su madre anulará la fiesta como muestra de respeto
al duelo. «¿Suspender la fiesta en el jardín? Laura, guapita, no digas ridiculeces. Nadie espera que la suspendamos. No
seas extravagante». Esa es la respuesta que obtiene. Ante lo que Mansfield escribe: «Aquello sí que era grotesco». Esa
estupefacción y este cuento condensan la esencia de una de las autoras más modernas de la literatura anglosajona. Los
relatos recogidos en Fiesta en el jardín son un prodigio de sutileza, fruto de una privilegiada capacidad de
observación y una r efinada sensibilidad poética. En ellos habitan niños que miran con incomprensión el mundo de sus
mayores, personajes que no acaban de encontrar su lugar en el mundo, familias que vagan perdidas cargando con su miedo
a vivir. Estas piezas llevaron a Mansfield a ser comparada, acertadamente, con Chéjov y los realistas rusos. Fiesta en
el jardín fue su tercer y último libro de cuentos, completado ahora con otras narraciones breves, algunas póstumas, hoy
imprescindibles.