Por las páginas de Locura circular pulula una fauna interminable de psicóticos y tirados, artistas e indocumentados, que recorren las calles de una Barcelona refundada por la escritura de esta novela singular. En sus páginas encontramos a una travesti psicoanalista, una chica que se dice heredera de Marylin, un ciego que deja a su muerte un manuscrito misterioso, un escritor que padece el síndrome tan barcelonés (por vilamatiano) de Bartleby, un profeta que pierde dinero en los juegos de azar, una mujer experta en las nuevas teorías sexuales que, al parecer, se difunden en los hoteles belgas, un hombre enfermo de celos. Y, en el centro de la trama, el narrador: un músico obsesivo, un extranjero sin nombre, un tipo que perdió todo punto de anclaje y que se enamora y desilusiona con tanta dificultad como rapidez.
La historia de esta novela, sus cien historias que se bifurcan hasta el infi nito, las vidas de sus personajes extraterritoriales, nos llevan desde los márgenes del barrio del Raval hasta un amplio piso del barrio de Gracia en donde se celebra una interminable fiesta. Finalmente, la verdadera protagonista de la novela tal vez sea la ciudad de Barcelona observada en alguno de sus pliegues menos visibles, una metrópolis que se convierte en metáfora de la vida sin norte de sus habitantes, de todos nosotros.