Una figura clave (y ciertamente oscura) de la música popular adquiere en este libro inéditas dimensiones literarias. Inéditas claridades. ¿De qué trata? Muchas canciones contienen esporádicos chispazos de alto voltaje lírico, pero muy pocas consiguen sostener sus letras como creaciones autónomas: la palabra suele decaer (o pudrirse) sin el soporte de las notas. Hay, sin embargo, excepciones. Una de ellas es, por supuesto, Bob Dylan. Otra es Ian Curtis, fundador de Joy Division. Si los dioses le concedieron pocos días sobre la tierra, éstos fueron al menos generosos. Lo suficiente para dejarnos una obra espléndida y difícilmente clasificable. El crítico Jon Savage ha reunido en este volumen las cuarenta composiciones que Curtis escribió a lo largo de una vida zanjada mediante suicido en 1980. Son textos vagamente misteriosos sobre los que planean las sombras tutelares de Kafka y las furtivas metáforas del modernismo. También asoma una realidad enconada: en ellos reconocemos el explosivo paisaje de Mánchester a finales de los setenta y la tragedia interior de un joven extraordinariamente sensible sometido al acoso de demasiadas fieras. Como complemento de esas magníficas letras se reproducen páginas de sus cuadernos y otros materiales que iluminan los aspectos menos patentes de ese trabajo poético.