En 1913, Luigi Russolo, músico e inventor futurista, escribía la carta-manifiesto "El arte de los ruidos" para reclamar la inclusión del ruido como elemento de representación de los nuevos tiempos en la música del futuro, una música que reflejase el verdadero espíritu de aquellos años: la industria creciente, el nuevo urbanismo, el arte de vanguardia y la tecnología, e incluso, cómo no, el clamor de la guerra.
Partiendo de este hito en el arte vanguardista, "El arte del ruido" se suma a aquellos que han reconocido en la visionaria inspiración de Russolo el comienzo de toda una nueva corriente que trasciende lo meramente musical, y pretende celebrar cien años de arte y ruido a través de la reflexión sobre la crisis musical del siglo XX (recogiendo las opiniones de Adorno sobre la Nueva Música o de Benjamin sobre el arte contemporáneo), el significado del ruido en este contexto y la valoración de artistas fundamentales para el desarrollo del ruidismo como los franceses Erik Satie y Pierre Schaeffer, los americanos La Monte Young, John Cage y Boyd Rice (NON), los británicos Throbbing Gristle y Whitehouse, los japoneses Merzbow y Hanatarash, o los españoles Esplendor Geométrico y Francisco López.