¿Quién le negaría un platito de leche a un viejo gato callejero? Elmer Elemento desde
luego no, aunque en su casa piensen de otra manera. Claro que este libro se publicó
por primera vez en plena posguerra, en 1948, cuando no sobraban ni la leche ni la
corrección política en los libros para niños.
En todo caso, más por viejo que por gato, el nuevo amigo de Elmer tiene muchas
cosas que contar, y eso es más interesante que la caridad. Así es como Elmer se entera
del triste caso del bebé dragón, al que los otros animales de una isla remota tienen
amarrado y esclavizado: si el dragoncito sabe volar, ¿para qué cruzar el río nadando?
Esto sí que Elmer no puede permitirlo.
Con una mochila repleta de chicle, dos docenas de piruletas, un paquete de gomas
elásticas y un peine, entre otras provisiones imprescindibles, Elmer se embarcará
rumbo a la isla Salvaje sin avisar a sus padres ni a los marineros. En el camino se
encontrará con animales listos y za os, o un poco tontos, o no son tontos pero Elmer
siempre tiene un truco bajo la manga, en la mochila.
El dragón de papá es el primer título de una trilogía que lleva maravillando, sí
señores, a las famosas varias generaciones de lectores, aunque nunca se había traducido
al español. Sí, por ejemplo, al japonés, idioma en el que recientemente se hizo
una adaptación animada.