Érase una vez una joven muchacha tan dulce, que bastaba con verla para encariñarse con ella. Aunque, sin duda, quien más la quería y con diferencia era su abuela, que no se le ocurría mejor manera de demostrar su cariño que colmándola de regalos. En cierta ocasión, llegó a regalarle una caperuza de terciopelo rojo a juego con una capa del mismo color, y como a la muchacha le quedaba tan bien y no quería ponerse otra cosa, la gente terminó por olvidarse de su nombre y empezó a llamarla Caperucita Roja