La réplica de Assman en la presente obra es contundente: remontándose a mucho antes de la tradición cristiano-occidental, hasta el antiguo Egipto e Israel, nos muestra que principios esenciales como el poder, la violencia, la justicia, la fuerza, la solidaridad, la culpa o la ley fueron en primer lugar conceptos políticos que sólo ulteriormente se transformaron en religioso-teológicos. Lo político no nace pues del espíritu de la teología, sino la religión del espíritu de lo político.