Este libro se ocupa de la edilidad, una de las magistraturas más características entre las instituciones romanas. Pese a que se desconoce con seguridad si esta magistratura tomó como modelo otros cargos similares de culturas como la etrusca o la griega, es indudable que el éxito de esta magistratura trascendió su contexto social y geográfico de origen, extendiéndose a todo el mundo romano occidental casi al mismo ritmo que avanzaban las conquistas de las legiones de la capital lacial.
En efecto, la edilidad fue creada antes que otras muchas instituciones clásicas romanas como el consulado, la pretura o la cuestura, por lo que en este sentido sólo tendría parangón con el tribunado de la plebe, cuya instauración fue prácticamente paralela a la de la magistratura que se analiza en estas páginas. No obstante, difiere con el tribunado en el hecho de que, mientras que este permaneció fuertemente vinculado a la plebs, los patricios tomaron como modelo la edilidad de origen plebeyo y la insertaron en la estructura del Estado romano, imitando así esta institución y garantizando su acceso exclusivamente a los patricios en un primer momento.
Durante toda la historia de la República la importancia de las edilidades no hizo sino incrementarse, llegando a su periodo dorado en los dos últimos siglos antes de la instauración del Imperio. Con la llegada de Augusto y la implantación de su amplio programa de reformas en la administración, la edilidad entró en un largo periodo de decadencia que duró tres siglos.