El 15 de abril de 1912 los telégrafos del mundo entero no dejaban de repiquetear, anunciando la peor tragedia marítima en tiempos de paz: el gran transatlántico Titanic, que había iniciado su viaje inaugural cinco días antes, acababa de hundirse en las aguas cercanas a las costas de Terranova, dejando un saldo de mil quinientos pasajeros muertos.
Hoy, cuando se cumplen cien años de la desaparición del mítico barco, Hugh Brewster, un experto que lleva veinticinco años dedicado a la investigación del caso, nos describe la vida de los hombres y mujeres privilegiados que cenaban, bailaban y conspiraban a bordo, componiendo el espléndido retrato de una época que vio en aquel naufragio la escenificación de su crepúsculo.
Brewster lleva al lector dentro de ese gran hotel flotante, mostrando sus suntuosos salones, y nos acerca a personajes tan extraordinarios como el artista y escritor Frank Millet, los millonarios John Jacob Astor y Benjamin Guggenheim, o lady Lucile Duff-Gordon, una de las damas que marcaban la moda del momento, para bajar luego a los camarotes de segunda y tercera clase y finalmente a la sala de máquinas.
A través de estas páginas y de las fotogafías que las acompañan, seremos testigos del primer viaje del Titanic y de los momentos gloriosos de una época que, ufana y ciega, bailaba su último waltz.