¿Qué alternativa queda para quienes
han visto más allá del velo de Maya, para quienes reconocen
que el mundo es nada, pero desean seguir viviendo? ¿Cómo
continuar, pues, subsistiendo en el infierno, en este «valle de lágrimas»,
y hacerlo lo más agradable posible? Schopenhauer formula
la respuesta en su tratado eudemonológico: «Si no se puede
ser feliz en este mundo, habrá que procurar al menos no ser tan
desdichado».
Los aforismos son, por tanto, el manual, el arte
de prudencia en el que Schopenhauer condensa toda su sabiduría
práctica; en ellos el filósofo del pesimismo se vuelve humano
al legar a sus congéneres un manual de supervivencia, un libro de
estrategia o de combate para que aprendiera a defenderse en el ámbito
de una vida a la que no estaban capacitados para renunciar. Leer a Schopenhauer,
como dijera Thomas Mann «nos llena de una satisfacción extrañamente
profunda, basada en la protesta espiritual, en la indignación humana
que se expresa en su obra y que es perceptible en un reprimido temblor
de su voz.»