México 86 fue un mundial con cucarachas, con falsos casos de dopaje, con goles divinos y olas en las gradas; el mundial del gol de Míchel, que no valió, y los cuatro de Butragueño a Dinamarca, que sí; la lesión de Maceda y la brecha de Camacho, los recitales de Plácido Domingo y Rocío Jurado en Puebla y las primeras celebraciones populares en Cibeles; un seleccionador cachazudo y una prensa asilvestrada. Un mundial inolvidable para quienes lo vivieron en el campo y para quienes lo vieron desde casa, porque eran esos tiempos en los que aunque no ganábamos nunca, éramos los mejores.