«Le resultaba extraño llamarla abuela, cuando no parecía haber salido nunca de la adolescencia. En el estudio de su abuelo, estaba tumbada indolente sobre un lienzo blanco cubierta de flores menudas, sujeta por las manos de un hombre. En otro más grande, aparecía como en éxtasis tocando el piano en una alegoría de la música. Y, misteriosamente, Geneviève se encontraba dentro de ese cuadro. Leonora #lo decía su abuelo# no estaba en el estudio de Klimt, se evaporaba en el aire que ella creaba con la música, estaba en las notas que llenaban cada ángulo de la habitación, dormida en el sueño de sí misma, el sueño de su inspiración.»
Geneviève, Elisabetta y sobre todo Leonora, pianista, compositora, musa, modelo y amante, son algunos de los personajes que pasean por las páginas de esta novela en la que, desde la efervescente Viena de principios del siglo XX, habitada por Mahler, Freud y Klimt, hasta el Tel Aviv de posguerra, las mujeres son la encarnación del arte y de la libertad.