Siguiendo la línea iniciada en 1963 con Diario mínimo, Umberto Eco nos ofrece una nueva selección de textos en los que, mediante una ironía destructiva y a través de pastiches de diferentes géneros literarios, ataca tanto al mundo académico como a las necesidades de la vida cotidiana, entre las que se incluye el diseño de objetos y los intrincados laberintos de la burocracia. El hilo conductor de estos textos es el de un aparente «dejad que me divierta», tras el cual se oculta siempre una irónica indignación crítica y un sistemático juego instalado en el seno mismo del lenguaje.
«Se restituye el Eco más libre y juguetón, el Eco del Diario mínimo.»
Il Corriere della Sera