Entre los años 1936 y 1939, la revista bonaerense «El Hogar» («Ilustración semanal argentina») contó con un nuevo colaborador para su sección de «Libros y autores extranjeros» : Jorge-Luis Borges. Ignoramos si, en aquel entonces, los habituales de la revista, amas de casa en su mayoría, supieron distinguir el singularísimo talento que esa firma suscribía. Lo que sí sabemos es que, cincuenta años después, los ensayos y reseñas que Borges realizó para esta sección constituyen, en el más amplio sentido del término, una admirable lectura, es decir, toda una lección. No en vano pudo un día declarar Borges sin arrogancia : «Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir ; yo me jacto de aquéllos que me fue dado leer» ; para añadir luego : «No sé si soy un buen escritor ; creo ser un excelente lector, o, en todo caso, un sensible y agradecido lector». Los textos aquí reunidos son una asombrosa confirmación de estas palabras. En ellos se pone de manifiesto cómo Borges, dedicado al ejercicio de comentar libros y autores, asimila su labor de crítico al oficio mucho más vasto —y difícil— de comprender. Pese a hallarse «cautivos» en el ceñido marco de una sección divulgativa, los comentarios de Borges jamás perdieron altura ni se avienen a concesiones. Tampoco exceden nunca su función concreta. A la hora de enjuiciar una obra, cualquier obra, Borges, fiel a sí mismo, se atiene al ámbito estricto de lo literario. Uno descubre así que su interés y su afición por personalidades tan diametralmente distintas como Schopenhauer, Valéry o H.G. Wells guardan en él una sola e idéntica raíz : su pasión por los enigmas y trabajos de la inteligencia, a la que Borges sirve siempre provisto de un lenguaje imperturbablemente certero, de una sabiduría exquisitamente delicada. Por otra parte, los textos que ahora publicamos tienen también un valor documental de primer orden, en la medida en que testimonian la posición intelectual de Borges durante los años en que su escritura adquiere el tono definitivo que le va a ser propio. Recuérdese : son los años inciertos de entreguerras, y también aquéllos en los que Borges sufre el accidente que jalonará simbólicamente su trayectoria literaria ; acaba de aparecer la Historia universal de la infamia y, en mayo de 1939, nace «Pierre Menard», que según la «ficción autobiográfica» de Borges es su primer cuento.