Hoy la lejanía no está lejos. Está cerca. Es transitable, doméstica. De hecho está en las casas, en el monitor del ordenador, en la pantalla de los teléfonos móviles. Porque la técnica de nuestro tiempo es la técnica de lo lejano: el antiguo adverbio griego téle ?lejano? forma parte de los elementos y de los instrumentos de la técnica contemporánea. Todo lo que está lejos ?islas, desiertos acontecimientos, costumbres? viene hacia nosotros, se convierte en superficie, pantalla, sonido. Es tarea del lenguaje ?incluso del lenguaje que es propio de la técnica? no reducir el espesor de la lejanía, la riqueza de sus variantes, la profundidad de su tiempo y de su espacio. La literatura, la narrativa, la poesía, las artes, contribuyen a mantener abierto el espacio de la lejanía. Porque representan la lejanía en cuanto lejanía, y exigen la colaboración imaginativa y meditativa del lector, del espectador.
Este es, precisamente, el espacio que aquí interrogamos en sus representaciones: el adiós, sobre cuyo umbral ya está presente la lejanía, la poética del horizonte, las representaciones del cielo, las formas de la nostalgia y del exilio, las preguntas del arte acerca de cómo pintar la lejanía, la cartografía fantástica, el ver desde lejos, el sonido de la lejanía, el amor de tierra lejana y, finalmente, el viaje, en compañía de los poetas al mundo subterráneo de las sombras. Capítulos todos ellos que pueden leerse tanto como una crítica de la razón telemática, como una apasionada defensa e inventiva de la literatura, de su saber y de sus formas.