En este libro audaz, que señala un hito decisivo en su labor crítica, Umberto Eco se convierte en su propio objeto de estudio y analista de sí mismo. Acompañado de Dante, Leopardi y Joyce, e interpretando a los principales hermeneutas de sus obras, Eco replantea cuatro grandes problemas de la semiótica moderna: los «límites de la interpretación» , el excesivo dispendio de «energía interpretativa», «los criterios de economía de lectura», y un ataque polémico a la «práctica de la deconstrucción». Trata así de restablecer el equilibrio entre la «intención del lector» y «la intención del autor», al tiempo que demuestra que el principio de la semiosis ilimitada no puede consistir en una derivación incontrolable del sentido. Si bien las interpretaciones de un texto pueden ser infinitas, no todas son buenas, y aunque no sabemos cuáles son las mejores, sí es posible determinar las que resultan totalmente inaceptables.