Cuando don Quijote supo que su historia ya estaba en letra impresa, se alborotó algún tanto, recelando que el autor de ella pudiera desmandarse en sus atribuciones de historiador puntual y escrupuloso. Pero fue al conocer la existencia del «Quijote» apócrifo cuando dijo la memorable frase: " Retráteme el que quisiere, pero no me maltrate " .
La profecía de Sansón Carrasco ( " A mí se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzca " ) se ha cumplido con creces. No ha habido manifestación artística que no haya tomado alguna vez a don Quijote como asunto. De entonces acá quizá sea don Quijote el personaje más retratado de la historia de la literatura. Este libro es un testimonio antológico de esa devoción por su figura en diversas manifestaciones artísticas: en ellas se dan cita, con el respeto que pedía don Quijote, la simpatía por el personaje y la admiración por aquel " hombre honrado " que dio noticia de sus discretas locuras.