«En el 325 a. C., Alejandro y su ejército conquistador se preparaban para regresar a casa tras haber
vencido cuanto habían encontrado a su paso: ejércitos, terreno, clima..., factores todos ellos invariablemente hostiles.
Algunos viajaban por mar y otros siguiendo el desierto costero para consolidar su victoria y contemplar la magnitud de
sus logros. Poco podían imaginarse que, en apenas dos años, su amado rey habría muerto y sus esfuerzos se habrían
echado aparentemente a perder, quedándoles únicamente las cicatrices del combate y los recuerdos (lentamente
desvaneciéndose) de aquella aventura gloriosa en Oriente». En este análisis del ascenso y la posterior caída de uno de
los más triunfales caudillos militares de la historia, Waldemar Heckel nos muestra con un estilo atractivo y una gran
atención al detalle cómo Alejandro se ganó el apelativo de Magno («el Grande»). Alejandro Magno fue uno de los
caudillos militares más triunfales de la historia. En sólo once años, unificó las múltiples ciudades-estado de la
antigua Grecia, conquistó el Imperio Persa y llegó incluso a posar su mirada en el occidente europeo. Se le ha
considerado la reencarnación de Aquiles, el héroe legendario, pero también un gran destructor, un megalómano
obsesionado con la dominación del mundo.